jueves, 1 de enero de 2015

Capítulo 21 -Cuervos-

CAPÍTULO 21 Cuervos
CRIS:
Nunca pensé que después de una noche así pudiese volver a salir el Sol. Pero ahí estaba, en lo alto del cielo y tan artificial como siempre. Los días han ido pasando, creo haber olvidado cuántos llevamos aquí... y cada vez quedamos menos.
-¿Qué hacemos ahora?
-No lo sé, Sandra -contesta Óscar. -Tarde o temprano tendremos que salir...
-¿Seguirán ahí fuera todos esos mutos? -Pregunto, apoyada en la ventana y con la mirada fija en la calle.
-Sólo lo sabremos si salimos.
Óscar y Sandra miran a Álvaro como si se hubiese vuelvo loco, yo no creo que sea tan mala idea.
-Yo no pienso salir, esperemos un poco más -dice Sandra. -Tal vez unas cuantas horas aquí nos ayude a aclararnos.
-Estoy de acuerdo -señala Óscar.
Álvaro se levanta del sofá rojizo y limpia con un trapo la espada de Carlos. La cogió de su cuerpo inerte, lo que me pareció curioso, pero nadie le dijo nada. Se dirige a la puerta y Sandra y Óscar parecen pasar totalmente de lo que planea hacer. Me quedo mirando al chico moreno y luego les miro a ellos, están los dos en un sofá, haciendo todo tipo de tonterías, aparto la vista de ellos todo lo rápido que puedo y me encuentro con la mirada de Álvaro. Me hace un gesto con la cabeza hacia la puerta y yo asiento.
-Me voy contigo -anuncio.
Esta vez, Óscar sí que vuelve la cabeza y parece haber oído algo que no sean las palabras de Sandra.

 ÓSCAR:
-¿Cómo?
Las palabras de Cristina me habían sorprendido, nunca habría imaginado que diría eso, que haría eso.
-Que me voy con Álvaro, ¿es que no me has oído?
Sus palabras van cargadas de molestia y no entiendo por qué. Entonces veo como ella lanza una rápida mirada a Sandra, los demás no creo que la hayan visto, pero yo sí.
-Cristina, no me digas que… -Cállate, me voy con él. Así tendréis tiempo a solas.
Cierro los ojos y suspiro. Cuando los abro ellos ya han desaparecido.
-La madre que la parió… Me giré y me encontré la cara de Sandra. Estaba pensativa y mirándome fijamente.
-Esa chica…
-¿Qué?
-Nada, son sólo suposiciones…
-Dímelo.
-¿Estás seguro de que quieres salvarla no?
-Claro.
-Pues habrá que vigilarla, parece que ella sólo quiere ponerse en peligro.

 CRIS:
-No vayas tan rápido, Cris -vuelve a repetir Álvaro.
-Perdón, solo quería alejarme de esa casa –digo bajando el ritmo esta vez. Él asiente y recorremos la calle de los gatos de arriba a abajo.
-Ni rastro de mutos.
-Tampoco veo a los profesionales.
-Recuerda que sólo queda Marcos –aclaro.
-Y Aitana debe de seguir por ahí…
Yo solo asiento y sigo caminando. En cuanto la ha nombrado noto unos cuantos pinchazos en la espalda y me apoyo contra el frontón de la plaza.
-¿Estás bien?
-Sí, solo… volvamos ya.
  Cuando llegamos, solo Sandra se encuentra en el salón, no hay ni rastro de Óscar. Me trago las palabras y no pregunto por él.
-Cristina, estás sangrando –dice Sandra levantándose del sofá y acercándose a mí.
-No te preocupes, será solo el corte que me hizo Aitana.
Les dejo a los dos y me dirijo al baño. Dejo la chaqueta tirada en el suelo y miro mi espalda en el viejo espejo. Sandra tenía razón, la camiseta está llena de sangre. Salgo de allí sin hacer ruido y paso por el salón cubriéndome con la chaqueta para subir al piso de arriba.
-Iré a dormir un rato –digo, y ellos asienten.

ÓSCAR:
Las sábanas están rasgadas y la persiana no puede subirse, pero aún así la cama de esa habitación es el sitio más cómodo de toda la arena. Me pongo boca arriba en la cama y las manos detrás de mi cabeza. Pero es imposible dormir si no paro de recordar todo lo que hemos pasado hasta llegar aquí. Yo solo quiero sacar a Cristina con vida de aquí y que todo acabe. Escucho las escaleras crujir y cierro los ojos de golpe. Sea quien sea, no quiero hablar con nadie.
Una sombra entra en la habitación y abre el armario. Saca algo de él y va al baño, que está justo al lado contrario al que estoy yo. Ella entra y la luz del baño parpadea unas cuantas veces hasta que se enciende. Pero estoy seguro de que ni siquiera me ha visto así que me quedo parado. ¿Está sangrando y nadie se ha dado cuenta o qué? Su reflejo en el espejo me muestra la mueca de dolor que tiene en la cara. Me levanto de la cama a la vez que algo golpea con fuerza la ventana.
-¡¡Están aquí, están fuera!! –grita Sandra desde el piso de abajo. Cristina se da la vuelta y me ve. Luego mira la ventana y vuelve a ponerse la chaqueta.
-Corre –dice, y desaparece de mi vista por las escaleras.
Yo la sigo, sintiendo como todas las heridas de mi cuerpo empiezan a doler cada vez que bajo un escalón. Dejo de pensar en ellas y me reúno con los demás abajo.
-¿Qué son? –pregunto nada más llegar.
-No tengo ni idea, pero parece que están cabreados.
Sandra está en lo cierto. No sabemos lo que hay ahí fuera, pero se oyen como los cristales de las ventanas de arriba se rompen.

CRIS:
-Salir salir salir –grito mientras aparto a Sombra de la puerta y la abro.
Una vez en la calle nos quedamos mirando la casa. Toda ella está llena de pájaros negros, algunos siguen dando golpes a las ventanas mientras que otros entran por la de arriba, por donde antes estábamos Óscar y yo.
-Son cuervos – nos aclara Álvaro. –Y ahora mismo deberíamos irnos de aquí.
Conseguimos salir de ahí sin ser detectados por los cuervos negros. Cuando llegamos a la parte baja del pueblo, y chocamos con el límite, Álvaro ya ha pronunciado varias veces la palabra muerte.
-¿Podrías callarte ya? Me estás poniendo nerviosa –dice Sandra rompiendo el silencio.
Álvaro la mira y asiente, pero seguro que sigue diciéndolo en voz tan baja que casi ni le oímos.
-¿Qué significan los cuervos, Álvaro? -pregunto intrigada.
-Mi padre siempre lo consideró como un símbolo de la muerte.

ÓSCAR:
Después de escuchar los disparates de Álvaro suspiro y me siento en el suelo.
-Genial, nos hemos quedado de nuevo en la calle.
-Tú tan positivo como siempre… -murmura Cristina intentando que no la oiga, pero sí lo hago. La miro y luego aparto la mirada.
-Como si tú también lo fueras… -contraataco por lo bajo. Ella se aleja y la oigo decir algo como: Genial, he vuelto a molestarle.
  Ha pasado más de media hora y nadie ha hecho nada. Cristina estaba empezando a impacientarse, porque no dejaba de caminar de un lado para otro.
-¿Puedes estarte quieta? –dice de repente Sandra.
-No, no puedo, Sandra. Lo siento.
Se agacha y coge a Sombra de mala manera, por lo que recibe un bufido y una vista de sus dientes.
-Shhh, ni se te ocurra quejarte, bola de pelo.
Después de eso se pone la mochila al hombro y empieza a caminar. Se iba, volvía a alejarse de nosotros como llevaba haciendo ya varios días… Creo, el tiempo estaba un poco distorsionado aquí dentro. Pero el caso es que lo había hecho ya varias veces.
-Ya volverá, dejémosla un rato sola –me dijo Álvaro mientras observaba cada movimiento que hacía mientras se alejaba.
No me gustaba aquello, no quería dejarla sola, a saber qué la pasaría… Pero pasé de esa parte de mí que me gritaba que la siguiera y me senté de nuevo.

CRIS:
Camino siguiendo a Sombra, está muy misteriosa desde hace un rato, y es ella la que me guía subiendo la calle de los gatos. Empiezan a escucharse gritos bajos, que no son de persona sino de algún animal.
Me acerco al lugar del que provienen y me encuentro frente a un estrecho callejón entre dos edificios. Entro poco a poco por las baldosas de piedra recubiertas de musgo, voy con cuidado de no caerme mientras escucho aún más fuertes los gritos. No sé qué ocurre, pero cuando entro por el marco de madera me encuentro con una habitación enana y rectangular de pared de ladrillos y suelo de cemento desnivelado. Sin contar con su horrible olor a matadero.
-Quieto, maldito zorro –susurra alguien, ¿es Aitana?
Dirijo mi mirada hacia la voz y veo una figura de pelo largo totalmente despeinado, agachada sobre un bulto peludo, iluminada por la luz que entra por la puerta con barrotes a su espalda y la hoguera frente a ella.
-¿Aitana? –pregunto, pero no recibo respuesta, estoy segura de que es ella pero está tarareando una canción un tanto siniestra y no me ha oído.
Me acerco sin hacer ruido, hasta que estoy lo suficientemente cerca como para ver de qué se trata aquel bulto. ¡Es Jackie! Pero… No, ¡no! Está rodeado de un charco de sangre… y han separado su pequeño cuerpo de las extremidades… No puedo hacer otra cosa que alejarme unos pasos mientras mis ojos se llenan de lágrimas. Dejo de ver a Aitana cuando rodeo mis piernas con los brazos y entierro la cabeza en ellas.
Aitana parece que se ha vuelto loca, todos nos volveremos como ella de una forma o de otra. Quiero irme de aquí… Es entonces cuando, entre mis ruidos y los susurros de Aitana, oigo un bufido que reconozco, ¡Sombra! La busco con la mirada, intentando encontrarla antes de que lo haga Aitana, pero no sirve de nada, ella la tenía atrapada antes de que me diese tiempo a reaccionar… Aitana ya le ha clavado una daga en el corazón.

ÓSCAR:
No podemos encontrarla, la arena es cada vez más pequeña y ¡no podemos encontrarla!
-Tranquilízate, Óscar. Seguro que está bien –oigo que me dice Sandra mientras su mano se posa en mi hombro y aprieta para que me calme.
-Yo no diría lo mismo –dice de pronto Álvaro. Le miro y él está señalando un árbol cercano, en la que se encuentra un cuervo negro que, tras emitir un graznido horrible, echa a volar.
 En el cielo se une a una bandada de cuervos, ninguno de nosotros ha apartado la mirada por lo que todos vemos cómo piensan a cambiar. Sus cuellos se alargan y doblan un poco, aparecen plumas blancas en la base de sus cuellos, sus picos se acortan y la punta de dobla hacia abajo. Sus cuerpos crecen, al igual que sus plumas y, de repente, nos encontramos ante un montón de buitres alejándose de nosotros. Echamos a correr tras ellos y los seguimos hasta la calle de los gatos.
-Han parado… -musita Álvaro. Los observamos y empiezan a dar vueltas en círculo. –Cuando los buitres hacen eso… es que hay un cadáver.

CRIS:
La rabia toma el control de mi cuerpo y la tristeza queda en un segundo plano. Pego un grito y esta vez Aitana si parece verme, pero es tarde, la ira circula por mis venas y me abalanzo sobre ella. Durante unos segundos me encuentro encima de ella y he conseguido hacerle un corte en la mejilla, pero ella es más fuerte y en seguida me retiene bajo su cuerpo con mis manos apresadas.
-Parece que eres mi siguiente sacrificio, Cristina.
-¿Cómo? –pregunto sin aire. Necesito distraerla mientras recupero el aliento así que intento que siga hablando.
-¿Para quién haces el sacrificio, Aitana?
-No sé su nombre… Pero es el que controla todo esto, el que me sacará de aquí – empieza a reírse como una desquiciada.
-Eso no es verdad, Aitana. No son sacrificios… son asesinatos –replico intentado que mi voz suene calmada.
-¡¿Y tú qué sabrás?! –grita riéndose de nuevo. –Sólo necesito tu sangre…
Antes de poder hacer un solo movimiento hace dos cortes en mi muñeca derecha y deja que la sangre caiga sobre el fuego. ¡Me ha cortado las venas! Espero que no sean muy profundos o estoy perdida.
Todo queda en silencio de repente, siento como la sangre de mis muñecas cae por mi brazo y las piedras del suelo se me clavan en mi espalda herida. Aitana se quita de encima de mí en un solo movimiento, coge el cuerpo de Sombra y, justo ante mis ojos, lo arroja al fuego. Ella se queda con la mirada perdida y yo aprovecho para levantarme lentamente, una lágrima se desplaza por mi mejilla, no quiero hacer esto.
Me acerco a Aitana por la espalda mientras saco el cuchillo de mi cinturón, se lo pongo en el cuello y, simplemente, corto mientras ella emite su último grito. Su cuerpo cae al suelo con un ruido sordo, mis piernas ya no sostienen mi propio peso y caigo yo también a su lado. No lo niego, me muero de miedo.

ÓSCAR:
*Cañonazo*
Siento como cada pelo de mis brazos se pone de punta y un escalofrío me recorre la espalda.
-¡Cristina! –grito. Ya me da igual si los profesionales pueden escucharme, ¡eso ha sido un cañonazo! ¡Alguien ha muerto!
-Separémonos –propone Álvaro. Eso hacemos, Sandra mira por abajo, yo voy metiéndome por los callejones y Álvaro sube hacia arriba.

NARRADOR:
Álvaro entra por un estrecho callejón, dentro hay un fuego apagado y dos cuerpos tirados en el suelo. Las reconoce a las dos y se da cuenta de que una de ellas respira. Se acerca y las separa, observa a Aitana con el cuello ensangrentado y deja su cuerpo pegado a la pared. Comprueba el pulso de Cristina después de ver su ropa igual que la de Aitana. Todo está lleno de sangre.
-Ojalá hubieses muerto tú también, Cristina…
Ella lo escucha a medias, perdida entre los dos mundos, pero aún así sabe que Álvaro va a matarla.

ÓSCAR:
Escalofríos recorren mi cuerpo una y otra vez. Tendría que haber seguido a mi instinto antes, así que lo haré ahora. Sigo en camino de Álvaro y me meto por donde le vi la última vez.
-No… -susurra alguien, parece tremendamente débil. ¿Quién es?
Entro y me quedo helado. Álvaro la tiene cogida de la camiseta, toca delicadamente con sus dedos una herida a medio cerrar del cuello de Cristina.
-Te puse un cuchillo en el cuello cuando cazabas los conejos aquel día, ¿ha sido una venganza? ¿Por eso le has cortado el cuello a ella?
No entiendo nada, hasta que veo el cuerpo de Aitana apartado a un lado. ¿La ha matado Cristina?
-Yo…
-No puedo dejar que vivas ahora… Óscar y Sandra te están buscando. ¿Lo entiendes no? -le susurra Álvaro en su oído. Yo no puedo moverme, mi cuerpo no responde a los gritos de mi cerebro.
-¿Ya no te acuerdas o qué? ¡Te he salvado dos veces la vida! Y una de ellas fue cuando ella te intentó matar –gritaba Cris, parecía indignada con Álvaro, pero aún así dudaba mucho de que pudiese seguir consciente mucho tiempo más.
-No importa…
-Además, ¡Aitana intentó matar a Ángela! –grita de nuevo sin fuerzas, Álvaro pone cara de no comprender. –¡Sí! ¿Eso no lo sabías no?
-Pensaba que… Ella me abandonó.
-¡No, Aitana la echó y por eso vino con nosotros!
¿Qué era esto de revivir viejos recuerdos? Parece que todo eso fue hace varios años…
-Veo que me hiciste caso y la hiciste ver que eres fuerte, pero ahora vienes… y quieres matarme. Ya veo de qué va este estúpido juego.
-Pues sí. Todo esto es una mierda, ¿vale? Pero… No puedo dejar que sobrevivas, ellos intentan salvarte y yo estoy solo.
No escucho más, no me detengo a pensar en nada, empujo a Álvaro con todas mis fuerzas haciendo que se aleje de ella. No hay palabras mientras Álvaro y yo nos peleamos, rodamos por el suelo, me golpea contra la pared y yo a él. Hasta que me tiene retenido en el suelo, veo una piedra a mi lado, mi salvación. Golpeo la cabeza de Álvaro con la piedra y dejo que su cuerpo caiga hacia un lado ante la mirada asombrada de Cristina.
-Sólo está inconsciente –digo, respondiendo a su pregunta silenciosa. Ella asiente e intenta levantarse, en su muñeca empieza a mezclarse la sangre seca con la que sigue saliendo de los cortes. ¿Qué ha pasado aquí?
Salimos a fuera y Sandra llega corriendo a nosotros, no pregunta sino que ata una tela a la muñeca de Cristina y me mira. Yo la miro a ella y después a la chica que está en el suelo, ha cambiado mucho desde que éramos pequeños, pero aún más aquí dentro. Tiene la mirada perdida en el suelo, así que me agacho y la obligo a mirarme.
-¿Qué quieres que haga, Cris?
-Lo que tienes que hacer…

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